martes, 28 de diciembre de 2010

He iluminado mi alma con las suaves tinieblas que se presentan en el crepúsculo de la soledad, enterrando entre antiguas piedras una reliquia antigua llamada corazón; viendo como los días pasan vil y vulgarmente una carretera maldita llamada recuerdo; y sintiendo sosiego por el grito de miles de almas que rodean las noches y su oscuridad.

Lleno de mezquindad y cinismo, aprecio aquellos brazos que en realidad han de triunfar, y me ahogo en mi deseo de poder nadar en un mar de sufrimiento interno eterno, el cual no tiene costas ni playas la cuales llegar... y de repente siento curiosidad, por la hermosa y vil manera de los que me rodean me observan, sin tener la más mínima idea de cuánto pesa cargar el resto del universo entre tus piernas.

Pensamientos vienen, pensamientos se van, y todo se vuelve una tormenta, un huracán, el cual no puedes salir momentáneamente, el cual sabe que algún día saldrás.

Miro desde los cielos aquellos que no pueden alcanzarme, y no porque no pueden volar, sino más bien, por no poder aterrizar...

Me burlo de mi propia parodia personal; es tan divertida y dolorosa; se vuelve día a día en una sátira comedia de dolor.